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Ceshire

Autoretrato I

Autoretrato I Tengo los ojos grandes
cuando miento se me esconden
y un fotógrafo invisible
pone flash a mis pupilas.
Sobre el pudor de mis senos
llevo el pelo hasta el ombligo;
no me peino
y me crecen mechones rubios
que yo oscuresco por vicio.
Guardo en el pecho una diosa
cuando llueve la despeino
y le pido milagros y pedazos del sol.
Contrario al resto del cuerpo
mis manos son como témpanos,
mienten las abuelas
son las manos, no los ojos,
el espejo del espíritu.
Asumo posturas abiertas
descruzo los brazos, cruzo las piernas,
todo a conveniencia.
Bebo café por despecho,
vino por romanticismo,
escocés por cobardía.
y un coro de ángeles resignados y amantes
habitan mi mente
y a veces me cantan dulcuras y acasos
que sólo logran desvelarme.
Es entonces cuando hago
aquello que más me pesa
escribir sin que se sepa
el trabajo que me cuesta.
Escucho ópera los lunes
beso al perro los viernes
me deprimo los domingos
digo que quiero más tiempo para besar soledades.
A menudo mis ojos
me declaran la guerra
finjo entonces un bostezo
y digo que tengo sueño.
Me la vivo comandando
peones, caballitos estrategas,
torres, kamikazes interiores.
Tengo atado a las caderas
cascabeles de velas,
aceites y esperanzas.
Y este retrato tan grande
con olor a geranios
que no se permite un final.

5 comentarios

Max -

Nuestro querido Pedro está arrobado. Y yo estoy estremcido por ese abrazo interminable que me acaricia la espalda. Gracias, Sandra, así es como uno aprende quién es. ¿Puede existir pedagogía más deliciosa?

Ceshire -

Te estiro, Pedro, que no es saludable esperar como los caracoles. Eso tienen malo los retratos, no satisfacen, siempre pueden ser más recientes. Me estiro a tu lado y te hago compañia.

Pedro -

Eso, que no acabe, sigue.
Arrobado, espero.

Ceshire -

Luis, tres palabras: no te merezco. El resto te lo mando por correo menos este abrazo interminable que te acaricia la espalda.

Max -

¿Cuál es la temperatura de un témpano? ¿En qué temperatura empieza el frío? ¿Existe una noción universal del frío? En el ártico, cuando el tiempo empieza a mejorar en primavera y los termómetros marcan veinte grados bajo cero, los niños salen a jugar en la calle. No conozco las costumbres en las islas del Caribe pero puedo imaginar que si las temperaturas bajan de veinte grados sobre cero, los niños se refugian en casa porque se empieza a considerar que hace frío. Por eso tienes que saber que el frío de verdad no puedes ni imaginarlo (después de haberme movido por montañas a quince grados bajo cero, el Ártico me mostró una dimensión del frío que no podía imaginar, el mundo sometido a temperaturas entre treinta y cinco y cincuenta bajo cero, es un mundo irreal, fantástico, inimaginable). (Supongo que no hace falta que te diga que toda esta excursión es una metáfora traída al hilo de los témpanos). El frío aniquila las ideas, impide pensar. El frío anestesia y uno no siente que se muere. Los témpanos no saben que son hielo. Y las cacatúas no saben que imitan palabras. Los soldados no saben qué significan los gestos del desfile. Y tú sí sabes lo que haces con los brazos o las piernas. Sabes lo que haces con las manos cuando escribes. Tú sabes. Y, a veces, es difícil conciliar lo que se sabe con lo que se siente. No se puede escribir con los ojos cegados por un flash. Y tú escribes. No se puede escribir sin temperatura en las manos, sin temperatura en la existencia. No se puede escribir sin temperatura. Y tú escribes. No se puede, cuando no se es. Y tú sí puedes. Hasta aquí el borrador de un mapa alternativo. Y te diré una cosa más: creo que esa mujer que anda por ahí con una ametralladora, esa que comanda piezas imaginarias, esa que se mira en los espejos y no se reconoce, necesita unas vacaciones. Esa mujer de ojos en guerra necesita unas vacaciones para reencontrarse con sus caderas y para que H. le unte el cuerpo de aceites y esperanza.

Besos, volcán (porque tú sabes que debajo de la nieve de algunos volcanes hay lava ardiente).