Triángulos: Carta de Pepe a Pilar
***Aportación de mi amigo Max de Sastre***
http://laoficinaimaginaria.blogspot.com/
Querida Pilar, hoy tampoco. Ya sé del luto de tus dedos, y del olor a pan... Pero yo apenas puedo vivir así bajo los ojos de María. Somos un accidente en la línea regular de nuestra desesperación invisible. Y somos invisibles, como el desaliento. No puedo seguir así. María borra de mi boca la perplejidad en que me sume tu recuerdo y tu borras de mis manos la memoria de su cuerpo. Pero algo se me ha roto esta mañana cuando María se ha sentado en mi regazo, algo se ha roto cuando me ha besado y ha borrado los archivos fingidos de mi memoria. La realidad ha irrumpido en mi rutina a través de sus ojos y ha iluminado zonas de penumbra donde jamás ponía mi vista. Ciego vivía a causa de lo prioritario, olvidando lo más importante. Hoy he recordado el cuello de María y he visto sus manos cansadas. No sé por qué, detrás de todas las evidencias de la devastación, hoy he visto lo que queda de María. Todavía esta ahí. Detrás del gesto aburrido, debajo del rizo descuidado, sobre su cuello melancólico, bajo sus cejas recortadas, entre las arrugas que empiezan a rodear sus ojos, entre sus pestañas, en el fondo de ese mar que tiene en la mirada, hoy he visto a la niña que me enamoró. Hoy he visto que María todavía está ahí. Yo pensé que se había marchado y sólo quedaba de ella una especie de espectro desaliñado. Pero no. Ella está todavía ahí. No sé si se oculta queriendo ser otra, no sé si son los años los que borran. Pero sí sé que ella no se había ido, como creí. Tal vez yo sí me había perdido entre mis obsesiones y mis prioridades vanas. El ausente era yo. Pero ahora vuelo, ahora regreso al mismo sitio donde estoy para reencontrarme con ella. Querida Pilar. No puede ser. Lo nuestro es más imposible que lo nuestro.
Pepe.
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Querida Pilar, hoy tampoco. Ya sé del luto de tus dedos, y del olor a pan... Pero yo apenas puedo vivir así bajo los ojos de María. Somos un accidente en la línea regular de nuestra desesperación invisible. Y somos invisibles, como el desaliento. No puedo seguir así. María borra de mi boca la perplejidad en que me sume tu recuerdo y tu borras de mis manos la memoria de su cuerpo. Pero algo se me ha roto esta mañana cuando María se ha sentado en mi regazo, algo se ha roto cuando me ha besado y ha borrado los archivos fingidos de mi memoria. La realidad ha irrumpido en mi rutina a través de sus ojos y ha iluminado zonas de penumbra donde jamás ponía mi vista. Ciego vivía a causa de lo prioritario, olvidando lo más importante. Hoy he recordado el cuello de María y he visto sus manos cansadas. No sé por qué, detrás de todas las evidencias de la devastación, hoy he visto lo que queda de María. Todavía esta ahí. Detrás del gesto aburrido, debajo del rizo descuidado, sobre su cuello melancólico, bajo sus cejas recortadas, entre las arrugas que empiezan a rodear sus ojos, entre sus pestañas, en el fondo de ese mar que tiene en la mirada, hoy he visto a la niña que me enamoró. Hoy he visto que María todavía está ahí. Yo pensé que se había marchado y sólo quedaba de ella una especie de espectro desaliñado. Pero no. Ella está todavía ahí. No sé si se oculta queriendo ser otra, no sé si son los años los que borran. Pero sí sé que ella no se había ido, como creí. Tal vez yo sí me había perdido entre mis obsesiones y mis prioridades vanas. El ausente era yo. Pero ahora vuelo, ahora regreso al mismo sitio donde estoy para reencontrarme con ella. Querida Pilar. No puede ser. Lo nuestro es más imposible que lo nuestro.
Pepe.
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